Viernes, 15 de febrero de 2013 Página 12
El círculo de tiza. Por Flor Monfort
Texto completo disponible en
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-7849-2013-02-22.html
De ese artículo recuperamos algunos párrafos para pensar, la condición femenina y ligada a ésta la ética y la política en la escuela:
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Una cadena que empieza y termina en ellas
Las protagonistas de estas historias siempre son mujeres: en ellas recae le cadena de cuidado. Si no son las abuelas, son las hermanas, las tías, las vecinas, las amigas. Pero si hasta hace algunas décadas casi todas las madres tenían una de estas mujeres disponible para ayudar (sobre todo las madres de las madres, clásico recurso para cuidar a los chicos), hoy las abuelas están en el mercado mucho más tiempo y esa flexibilidad que antes parecía natural hoy es casi forzada. Si una abuela puede cuidar de su nieto o nieta con la incondicionalidad que requiere, es un verdadero milagro.
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Para la socióloga Clarisa Voloschin, “hay una ruptura de vínculos en esa cadena, pero también a medida que descendemos de clase social hay mayor solidaridad en los lazos sociales. La mujer de clase media está atravesada por el mercado, es interpelada por la sociedad de consumo, le dijeron que si tiene un hijo o hija con atributos bellos va a tener más posibilidades que de otro modo, entonces el vínculo materno-filial también se mercantiliza y el mercado funciona de modo individual, no colectivo, por eso el padre de Tribilín pide una cámara y no un derecho que le corresponde. No hay forma por cómo están dadas las cosas de que la mujer de clase media se organice para funcionar como trama, colaborando con otras mujeres en la misma situación. Algo que sí ocurre en villas o barrios populares, pero lo que tiene que primar es la intervención, el ojo del Estado”. Según Voloschin la colaboración no pasa del pool, o de tener al amiguito en casa para después poder mandar al propio, pero no hay concepto de red....
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El problema de las maestras
El caso Tribilín también dimensionó la dificultad de conseguir personal docente para una tarea por demás compleja. Según los especialistas, la maestra jardinera es un recurso que hay que pagar bien, entonces muchas veces se contratan mujeres jóvenes que no están recibidas, que cobran entre 1800 y 2500 pesos. “Hay otras cadenas de violencia: se ejerce violencia sobre el personal pagándole esta miseria y los últimos y más perjudicados son los chicos. El Estado ejerce violencia sobre el jardín maternal, porque cuando un jardín entra en el circuito de la habilitación muchas veces también entra en el circuito de la coima, es decir, que la honestidad queda librada a la buena voluntad de quien quiere fundar una institución educativa con todas las de la ley. Un jardín de infantes tiene un protocolo, un reglamento de habilitación, de cosas impensadas para quien no sabe, por ejemplo la grifería, que es muy importante aunque parezca algo menor. Si yo me pongo una casita y contrato dos chicas para que atiendan a los niños claramente no pensé en la grifería, sin embargo miles de esos lugares tienen habilitación, ¿quién se las dio? ¿Son los padres los que tienen que saber eso? No. Es el Estado el responsable, por eso es una cadena larga”, explica Voloschin y aclara que hubo mejoras en los últimos años, pero no alcanzan. Según indica, la información sobre la calidad y el seguimiento de un chico debe estar disponible todos los meses, no solamente cuando hay una alerta tan grosera, como que los chicos no se quieran bañar. Para Mitre no es fácil conseguir maestras recibidas y “al no haber lugares en los estatales, si encontrás uno más o menos barato encajás al chico ahí y no te hacés demasiadas preguntas, por eso los problemas saltan cuando los síntomas son tan obvios”. Según Patricia Miranda, maestra jardinera y licenciada en Ciencias de la Educación (UBA), “es el nivel más caro, ya que en la escuela primaria tenés un docente por 30 niños y en el maternal tenés un docente cada 6 u 8. Los materiales son más caros que en otros niveles y aparte no es obligatorio, de manera que las provincias más pobres hacen uso de ese presupuesto en sus necesidades generales. Pero, además, una maestra de jardín maternal no puede carecer de un cuerpo disponible, de unos brazos disponibles, es un trabajo que requiere de una disponibilidad emocional, corporal y psíquica de importancia”.
Otra dificultad de los jardines maternales radica en la diversificación. En la primaria, el niño va a una escuela pública o a una privada, en el jardín maternal la mayoría de las jurisdicciones nacionales no tienen estatales y algunos dependen del Ministerio de Educación y otros de Desarrollo Social. También hay jardines dependientes de lugares de trabajo (el de Rentas, el de la UBA, el jardín de Exactas, el del Clínicas, etc.). “La variedad de formatos marcan un mapa muy desparejo y eso trae consecuencias como las de Tribilín, o como aquel jardín donde le mandaban la deuda de la cuota abrochada en el guardapolvo. Muchas jurisdicciones no tienen nada de 0 a 2 años y hay variedad de experiencias, mientras que en el sistema educativo medio no podés no ser maestra. Un bebé que va a un jardín maternal tiene que estar mirado, jugado, no solamente limpio y alimentado; la calidad del vínculo en un niño indefenso es justamente donde más cuidado hay que tener. En los jardines de Capital no hay vacantes, sí es verdad que los estatales están a cargo de maestras matriculadas, pero en los privados no hay esa regulación. En la Ley de Educación se dice que los servicios con niños pequeños tienen que estar supervisados por el Ministerio de Educación y sin embargo no es así. Hay falta de coordinación de las políticas públicas”, explica y, desde su experiencia en la gestión de Filmus de 2004 a 2008, agrega que hay mucho por hacer: desde repartir libros y juguetes hasta estimular una cultura de juego, de ternura, de escucha. “A una familia reconocer que llevó a su hijo a un jardín de porquería le produce una gran angustia y culpa. Los padres de Tribilín decían ‘ahora nos damos cuenta de por qué no se quería bañar’ y es verdad que no es tan fácil reconocer el cuerpo de un chico que no habla. Y esa dificultad para reconocer que mandaste al chico a un lugar de porquería como éste hace que se tape, y cuando se destapa lo hace con esta virulencia. ¿Nunca se dieron cuenta de que las maestras no tenían títulos? ¿No les llamaba la atención que no se pudiera entrar en las aulas? Tal vez sí pero no tenían otro lugar a mano donde dejar a los chicos y preferían confiar. Entonces es muy complicado. Por eso las opciones por parte del Estado son fundamentales. La gente tiene que resolver, porque si no trabaja no come. En cada barrio tendría que ofrecerse un asesoramiento porque en un jardín se despliega una experiencia cultural. Los lazos sociales son pura regeneración, después de las historias políticas que hemos tenido de destrucción total son fundamentales.”
La crianza es un bien social
La tarea de crianza debe ser compartida con la familia, con la institución, con el entorno, es un bien social como la infancia es un bien social. Parte de un proyecto político general debería preguntarse cómo recibe a los niños, a los recién llegados al mundo. En una sociedad desigual no se pueden jugar todas las fichas en las posibilidades individuales de cada grupo familiar. La crianza es una tarea compleja: cuidado y educación van de la mano. El niño aprende cosas pero a la vez constituye su aparato psíquico, su constitución subjetiva; entonces las experiencias culturales que ahí suceden no son menores. No es lo mismo cambiar a un bebé a las apuradas que tomarse un tiempo. No es lo mismo tirarle un juguete para que se entretenga que ofrecerle un objeto, tentarlo, estimularlo. No es lo mismo crecer con música que sin música. No es lo mismo un niño narrado, mirado y jugado por un adulto preparado para esa tarea que uno librado al cuidado de lo disponible.-