El video de un chico de 11 años ultrakirchnerista fue el tema del día en las redes sociales
Muchos se manifestaron indignados
de que un chico de 11 años se mostrara tan politizado y “adoctrinado”.
Otros salieron a defender que estuviera interesado en la política.
¿Qué hace
que educar sea loable y adoctrinar reprochable?
¿Cuándo
enseñar se convierte en adoctrinar? ¿La
diferencia entre una y otra actividad reside en los contenidos que enseñamos,
los métodos que usamos o los objetivos que nos proponemos?
Sugerimos la lectura del
texto de la filósofa Adela Cortina en su libro de 1996, El quehacer ético. Guía para
la educación moral.
CAPÍTULO 4. ¿QUÉ ES LA
EDUCACIÓN MORAL?
(…)
¿Cuál es esa diferencia entre indoctrinación
y educación, que hace que la primera sea indeseable y la segunda,
irrenunciable? ¿Reside en el método que utilizamos (¿cómo enseñamos?)
o en el contenido (¿qué enseñamos?).
¿Cuestión de método o de
contenido?
En
un trabajo monográfico sobre el tema, consideraba J. Wilson que la
indoctrinación es mala y la educación es buena, y que la diferencia entra
ambas no podía residir en el método, sino en el contenido por las siguientes
razones.
El
método, en el caso de los niños -afirmaba-, no puede ser el racional (la
argumentación) porque, como todavía no razonan, sólo podemos llegar a ellos
mediante métodos no racionales, pero esto no significa que estemos intentando
indoctrinarles: simplemente nos servimos del único método con el que podemos
acceder a ellos. La diferencia entre indoctrinación y educación radica entonces
-piensa Wilson- en el contenido que les queremos transmitir.
Ese
contenido -prosigue- será educativo si consiste en modelos de conducta y en
sentimientos que cualquier persona sana y sensata consideraría agradables y
necesarios; estos modelos serán racionales porque derivan de la realidad
social, más que de valores, temores y prejuicios de los individuos.
Ciertamente,
existe una tradición acreditada que parte en último término de Platón, según la
cual hay algún tipo de persona o personas capacitadas para determinar qué es lo
mejor en la vida humana y, por tanto, para indicar en qué contenidos debe
educarse. Sin embargo, la dificultad consiste en determinar quiénes son esas
personas especialmente facultadas y cómo elegirlas. En el caso de Wilson, cómo
elegir a esa persona "sana y sensata" que debería actuar como juez
respecto de qué contenidos son agradables y necesarios, porque es fácil colegir
que distintos grupos presentarían distintos candidatos al oficio de
"juez moral", y se negarían a tener por normativas las orientaciones
de los candidatos presentados por los restantes.
Como,
por otra parte, no se trata aquí de atender a la opinión de la mayoría, porque la
regla de las mayorías es un mal menor en la vida política, y absolutamente
inadmisible en la vida moral, cada grupo quedaría con su propio juez, que
para él tiene autoridad moral, y consideraría totalmente irrelevante lo que
opinaran los "jueces" ajenos.
La meta de la educación
Por
eso parece bastante más acertada la posición de Richard M. Hare, quien
considera que la diferencia entre la indoctrinación y la educación reside en la
meta que persiguen el "indoctrinador" y el "educador",
respectivamente, meta que determinará el tipo de método y de contenido.
El
indoctrinador pretende transmitir unos contenidos morales con el
objetivo de que el niño los incorpore y ya no desee estar abierto a otros
contenidos posibles; pretende, en definitiva, darle ya las respuestas y
evitar que siga pensando: encerrarle en su propio universo moral, para que no
se abra a otros horizontes. Éste es el proceder propio de lo que se ha dado en
llamar una moral cerrada.
El educador, por el contrario, se
propone como meta que el niño o adolescente piense moralmente por sí mismo,
cuando su desarrollo lo permita, que se abra a contenidos nuevos y decida desde
su autonomía qué quiere elegir. El educador pone así las bases de una moral
abierta.
La
diferencia entre indoctrinar y educar no es, por tanto, una diferencia
de método sino de meta.
Para continuar leyendo
Consultar el texto completo en
Cortina A. (1996) El
quehacer ético. Guía para la educación moral. Madrid: Editorial Santillana.
Disponible en
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