Este
mes se ha publicado en el diario local un artículo que informa que cada vez más
estudiantes eligen ser docentes, eligen transmitir el deseo de aprender.
Con
motivo del DÍA DE LOS TRABAJADORES nos proponemos reflexionar acerca de las
cualidades exigidas para el
ejercicio del trabajo docente.
DE LAS VIRTUDES DEL EDUCADOR – Paulo Freire
El viernes 21 de junio de 1985 se presentó en el
Centro Cultural General San Martín de la ciudad de Buenos Aires, el educador
brasileño Paulo Freire. En su conferencia, en el marco de la
Asamblea Mundial de Educación de Adultos, habló sobre las virtudes del educador.
Freire comienza
su exposición precisando qué entiende él por virtud y
aclarando que no se refiere a las
virtudes de cualquier educador, sino a las virtudes de los educadores y
educadoras comprometidos con una práctica política transformadora.
Como educador, y como político, hay
un tema que me preocupa mucho a nivel práctico-teórico: es la reflexión
crítica sobre las virtudes del educador. No como virtudes con las cuales
uno nace, ni como un regalo que uno recibe, sino por el contrario como una
cierta forma de ser, de encarar, comprender y comportarse, que uno crea a
través de la práctica política, en búsqueda de la transformación de la
sociedad.
Esta virtud no es una calidad
abstracta que existe antes. Es algo que yo creo y porque creo conozco; creo con
los otros y no sólo individualmente. Estas virtudes no son virtudes de
cualquier educador o educadora sino de los educadores y educadoras que estén
comprometidos con un sueño político por la transformación de la sociedad, en el
sentido de CREARSE socialmente, históricamente, para marchar hacia una
sociedad más justa. (Freire, 1985)
Freire habla
de ocho virtudes. En primer lugar menciona la coherencia. “Es la virtud
según la cual necesitamos disminuir la distancia entre el discurso y la
práctica”. La segunda virtud: «saber
manejar la tensión entre la palabra y el silencio». Y explica:
Si yo no
vivo bien esta tensión, si yo no sé escuchar, si yo incluso no testimonio a los
educandos qué es la palabra verdadera, si no soy capaz de exponerme a la
palabra de ellos, que penetre mi silencio necesario, yo termino discurseando
“para”. Y hablar o discursear “para” casi siempre se transforma en “hablar
sobre” que necesaria-mente significa “contra”. Vivir apasionadamente
la tensión entre palabra y silencio significa “hablar con”, para que los
educandos también “hablen con”. En el fondo, ellos tienen que asumirse como
sujetos del discurso y no ser meros receptores del discurso o de la palabra del
profesor.
La
tercera virtud: “trabajar en forma crítica la tensión entre subjetividad y
objetividad, entre conciencia y mundo, entre práctica y teoría,
entre ser social y conciencia”. Al respecto, Freire apunta que es difícil definir esta tensión
porque ninguno de nosotros escapa a “la tentación de minimizar la objetividad y
reducirla al poder de la subjetividad todopoderosa”.
La cuarta virtud Freire la hace residir en «diferenciar
el aquí y ahora del educador y el aquí y el ahora del educando». «Porque en
la medida, aclara Freire, que yo comprendo la relación entre «mi aquí» y «el
aquí» de los educandos es que empiezo a descubrir que mi aquí es el allá de los
educandos».
Las otras virtudes que Freire recomienda a los
educadores son «evitar el espontaneísmo sin caer en posturas manipuladoras»
y «vincular teoría y práctica”. Como séptima virtud recomienda «practicar
una paciencia impaciente», explicada en los términos siguientes:
.... aprender a experimentar la relación, tensa también, entre paciencia e
impaciencia. De tal manera que jamás se rompa la relación entre las dos
posturas. Porque si uno rompe en favor de la paciencia cae en el discurso
tradicional de quietismo. Y si nosotros rompemos esta relación dinámica, tan
dinámica como la relación práctica-teoría, en favor de la impaciencia caemos en
el activismo que olvida que la historia existe
Finalmente, Freire refiere a la virtud de ser capaces
de “leer el texto a partir de la
lectura del contexto”:
Esta es
una de las virtudes que deberíamos vivir para testimoniar a los educandos,
cualquiera que sea su grado de instrucción (universitario, básico o de educación
popular), la experiencia indispensable de leer la realidad sin leer las
palabras. Para que incluso se puedan entender las palabras. Toda lectura de
texto presupone una rigurosa lectura del contexto.
Freire
P. (1985) Conferencia “De las Virtudes del Educador”, recuperada de http://www.region11.edu.ar/publico/portal/doc/biblioteca/virtudeseducador.pdf
Extraído de
Podestá S. (2012) Para pensar la
ética profesional del docente: notas y actividades. Córdoba:
Autori (pp. 94 y 95)
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