ETICA DOCENTE

miércoles, 29 de abril de 2015

EL TRABAJO DOCENTE



Este mes se ha publicado en el diario local un artículo que informa que cada vez más estudiantes eligen ser docentes,  eligen transmitir  el deseo de aprender.



Con motivo del DÍA DE LOS TRABAJADORES nos proponemos reflexionar acerca de las cualidades  exigidas para el ejercicio  del trabajo docente.





DE LAS VIRTUDES DEL  EDUCADOR                                Paulo Freire


El viernes 21 de junio de 1985 se presentó en el Centro Cultural General San Martín de la ciudad de Buenos Aires, el educador brasileño Paulo Freire. En su conferencia, en el marco de la  Asamblea Mundial de Educación de Adultos,  habló sobre las virtudes  del educador.

Freire comienza  su  exposición  precisando qué entiende él por virtud y aclarando que no se refiere a  las virtudes de cualquier educador, sino a las virtudes de los educadores y educadoras comprometidos  con  una práctica política transformadora.

Como educador, y como político, hay un tema que me preocupa mucho a nivel práctico-teórico: es la reflexión crítica sobre las virtudes del educador. No como virtudes con las cuales uno nace, ni como un regalo que uno recibe, sino por el contrario como una cierta forma de ser, de encarar, comprender y comportarse, que uno crea a través de la práctica política, en búsqueda de la transformación de la sociedad.
Esta virtud no es una calidad abstracta que existe antes. Es algo que yo creo y porque creo conozco; creo con los otros y no sólo individualmente. Estas virtudes no son virtudes de cualquier educador o educadora sino de los educadores y educadoras que estén comprometidos con un sueño político por la transformación de la sociedad, en el sentido de CREARSE socialmente, históricamente, para marchar hacia una sociedad más justa. (Freire, 1985)



Freire  habla de ocho virtudes. En primer lugar menciona la coherencia. “Es la virtud según la cual necesitamos disminuir la distancia entre el discurso y la práctica”.  La segunda virtud: «saber manejar la tensión entre la palabra y el silencio». Y explica:

Si yo no vivo bien esta tensión, si yo no sé escuchar, si yo incluso no testimonio a los educandos qué es la palabra verdadera, si no soy capaz de exponerme a la palabra de ellos, que penetre mi silencio necesario, yo termino discurseando “para”. Y hablar o discursear “para” casi siempre se transforma en “hablar sobre” que necesaria-mente significa “contra”. Vivir apasionadamente la tensión entre palabra y silencio significa “hablar con”, para que los educandos también “hablen con”. En el fondo, ellos tienen que asumirse como sujetos del discurso y no ser meros receptores del discurso o de la palabra del profesor.

La tercera virtud: “trabajar en forma crítica la tensión entre subjetividad y objetividad, entre conciencia y mundo, entre práctica y teoría, entre ser social y conciencia”. Al respecto, Freire  apunta que es difícil definir esta tensión porque ninguno de nosotros escapa a “la tentación de minimizar la objetividad y reducirla al poder de la subjetividad todopoderosa”.

La cuarta virtud Freire la hace residir en «diferenciar el aquí y ahora del educador y el aquí y el ahora del educando». «Porque en la medida, aclara Freire, que yo comprendo la relación entre «mi aquí» y «el aquí» de los educandos es que empiezo a descubrir que mi aquí es el allá de los educandos».

Las otras virtudes que Freire recomienda a los educadores son «evitar el espontaneísmo sin caer en posturas manipuladoras» y «vincular teoría y práctica”. Como séptima virtud recomienda «practicar una paciencia impaciente», explicada en los términos siguientes: 

.... aprender a experimentar la relación, tensa también, entre paciencia e impaciencia. De tal manera que jamás se rompa la relación entre las dos posturas. Porque si uno rompe en favor de la paciencia cae en el discurso tradicional de quietismo. Y si nosotros rompemos esta relación dinámica, tan dinámica como la relación práctica-teoría, en favor de la impaciencia caemos en el activismo que olvida que la historia existe

Finalmente, Freire refiere a la virtud de ser capaces de “leer el  texto a partir de la lectura del  contexto”:

Esta es una de las virtudes que deberíamos vivir para testimoniar a los educandos, cualquiera que sea su grado de instrucción (universitario, básico o de educación popular), la experiencia indispensable de leer la realidad sin leer las palabras. Para que incluso se puedan entender las palabras. Toda lectura de texto presupone una rigurosa lectura del contexto.

Freire P. (1985) Conferencia “De las Virtudes del Educador”,   recuperada de http://www.region11.edu.ar/publico/portal/doc/biblioteca/virtudeseducador.pdf


Extraído de
Podestá S. (2012) Para pensar la ética profesional del docente: notas y actividades. Córdoba: Autori (pp. 94 y 95)


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