ETICA DOCENTE

sábado, 6 de diciembre de 2014

LA VIOLENCIA EN EL DISCURSO ESCOLAR



El camino del diálogo puede resultar un callejón sin salida
              
            A simple vista  argumentación y violencia son caminos contrapuestos, sin embargo creemos que se han combinado en una mezcla explosiva que genera confusión e impide elaborar estrategias de acción. La relación de exclusión entre argumentación y violencia aparece como evidente cuando se hace presente la fuerza bruta para eliminar al contrincante ideológico. Pero suele ocurrir que quien argumenta, por el sólo hecho de hacerlo, no le está dando la espalda a la violencia. Dobles discursos, silencios cómplices, medias verdades dan cuenta de esto.
Hay argumentaciones violentas, no porque sean apasionadas o acaloradas. Entendemos por argumentaciones violentas aquellas que "falsifican argumentos",  los violentan. Se manipula, se  seduce, se cautiva el ánimo, se convence, se confunde.
¿Cómo opera esto?
El vértigo simplificador, argumentaciones racionalizadoras, el uso de palabras emotivas, las falacias, tan viejas como Aristóteles. 


Si este fenómeno de argumentación violenta se da en la escuela,  adquiere un carácter doblemente perverso porque la escuela es el lugar de la simbolización, de la alfabetización. La violencia  encubierta  en el discurso escolar se vuelve doblemente perversa, negando en los hechos la tarea liberadora del pensamiento.
La argumentación exige desarrollar la capacidad de escuchar al otro, y responderle  y defenderse e intercambiar creencias y modificar las propias creencias y respetar desacuerdos y negociar.


La violencia, un camino de nunca acabar 
La violencia, el círculo vicioso

La violencia externa elimina al interlocutor, calla a golpes,  denuncia a la policía para que encarcele,  bombardea para acallar el disenso.
La violencia interna al discurso, silencia con argumentaciones falaces, debates engañosos y enredos de palabras. 


Una y otra forma de violencia tienen idéntico propósito, la imposición de ciertas creencias, de ciertos intereses. Una se apoya en la otra. La violencia externa se apoya, complementa y reafirma en la violencia interna. Argumentaciones racionalizadoras, suelen encubrir con un manto racional, pasiones e intereses. La gente no da golpes y nada más, suele justificar los golpes con argumentos. La violencia externa se apoya en ideologías. A su vez la violencia interna se apoya, se complementa y reafirma en la violencia externa. La argumentación violentada puede  encerrarse en una comunidad amurallada en la que no llegan otras razones, dando origen a fanatismos sectarios  que suelen inducir a la violencia externa, a la fuerza bruta, legitimada por sus discursos fundamentalistas, enfrentándonos a la contradicción que desde la argumentación llega a la negación de la argumentación.
 

          Hay otra violencia encubierta que Pereda[1] llama "argumentación secuestrada" y refiere a condiciones estructurales de imposibilidad de argumentar. En situaciones de extrema pobreza, la argumentación no puede siquiera comenzar porque la argumentación requiere de ciertos saberes, de ciertas habilidades que no se han adquirido o se han perdido por la falta de uso.
Esta imposibilidad de argumentar no sólo debe pensarse en el plano individual, no se trata sólo de que un determinado sujeto carece de las competencias para  participar en el debate  sino que alude también a grupos o sectores cuyas voces  quedan excluidas, ya que la violencia estructural secuestra  su palabra.
“El patrón es patrón porque sabe 1000 palabras y el obrero es obrero porque sabe 100”, decía Paulo Freire, divulgando su propuesta alfabetizadora.
En las escuelas la distancia entre los interlocutores no sólo está marcada por la condición social, sino que  los diálogos suelen entablarse entre docentes y alumnos; directivos y alumnos donde las jerarquías, edades y por ende saberes no son equiparables, lo que nos exige a los adultos  una actitud de mayor cuidado y respeto ya que la jerarquía, la edad y la formación previa nos hacen más responsables.
Si la violencia se define como "una forma exagerada de ejercicio del poder",  ¿qué tiene qué ver con lo micro, con lo mínimo, con frases hechas vaciadas de sentido, con voces  confundidas por argumentaciones falaces, con grupos silenciados por “argumentaciones  secuestradas”?
En lo que venimos diciendo el poder  pierde espectacularidad pero no eficiencia.


La primera acción: atreverse a nombrar


Parece existir
(...) una exclusión recíproca entre palabra y violencia. Pero el compromiso ético de hablar, de dar testimonio, de nombrar contra el silencio, es un punto de partida. Porque, como todos sabemos, en materia de violencia callar es mortífero. Sin embargo, hablar no es inocente.  Y convocar la violencia al espacio de lo hablable es peligroso.[2]

Porque como bien decía el poeta Quevedo,  "donde hay poca justicia es un peligro tener razón”.







Para la lectura completa de la ponencia “La violencia en el discurso escolar” consultar Podestá S. (2004) La práctica docente. Saberes y vivencias. Editorial Comunicarte: Córdoba- Argentina


DATOS DEL LIBRO
·         Editorial: Marcel Maidana Ediciones
·         Formato: EPUB
·         ISBN: 9789873669392
Interesados pueden acceder a  lugares de venta en todo el mundo desde la página del editor






[1] C. Pereda, “Argumentación y violencia”, en A. Sánchez Vázquez (editor)(1998) El Mundo de la Violencia. UNAM y Fondo de Cultura Económica. México. p. 334.
[2] A.M. Rivadeo  “La Violencia Neoliberal (La Demolición de los Vínculos. Hacia una Epistemología del Terror)” en A. Sánchez Vázquez (editor)(1998)  El Mundo de la Violencia. UNAM y Fondo de Cultura Económica. México, p. 241.




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