ETICA DOCENTE

lunes, 4 de mayo de 2015

LA CRISIS DE LA AUTORIDAD ESCOLAR


¿De qué clase es la autoridad específicamente escolar, esto es la del docente sobre el alumno?


Históricamente, el dispositivo escolar supone que la autoridad del docente es, en principio, de tipo racional-burocrática, en la medida en que descansa sobre un diseño institucional que prescribe una asimetría entre el docente y el alumno en el que el primero detenta poder sobre el segundo. Asimismo y en condiciones ideales  esta autoridad racional- burocrática se ve respaldada ulteriormente por una delegación de la autoridad tradicional de los padres hacia los maestros (en esos casos en que la escuela es concebida como “segundo hogar” y la maestra como “segunda madre”) que provee un refuerzo enorme a la primera. A esto cabe agregar en ocasiones excepcionales el eventual carisma de un docente, fundado en la admiración por el conocimiento o por el despliegue del mismo que se realiza en el proceso de enseñanza: allí donde ocurre esta tercera clase de autoridad agrega un nivel adicional de eficacia a la tarea docente, pero esta claro que la misma no es, en principio, indispensable para el ejercicio de esta autoridad escolar, en la medida en que no todos los docentes son reconocidos como excepcionales.
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“!Ud. no es quien para mandarme!” dicen los alumnos inmersos en instituciones jerárquicas estalladas, con las autoridades tradicionales sospechas y erosionadas por la crítica constante desde la “lógica de la modernidad”.
Por su parte, el carisma fundado en el conocimiento va siendo progresivamente reemplazado por otro atributo excepcional sobre el cual los docentes intentan basar su autoridad, y que es lo que habitualmente se llama “la buena onda”. Ciertamente, un docente puede acumular esta forma de carisma llamada “buena onda” y ser reconocido como excepcional a ese titulo por sus alumnos. Pero el problema es que esa forma especifica de carisma incompatible con cualquier intento por ejercer una autoridad que se considera siempre “desagradable”.


La autoridad escolar atraviesa una crisis sostenida. Y esta crisis crea un vacío que intenta ser llenado con alguna forma alternativa de ejercicio del poder. Pero el problema es que, desaparecida la autoridad, la única opción que parece quedar abierta para el ejercicio del poder es la de la coacción, es decir, el uso de la fuerza o de una amenaza de uso de la misma para intentar imponer la propia voluntad, o para resistir el intento de otro por imponerla.



Este reemplazo de la autoridad por la coacción (que, como hemos visto, es su contraria) ha efectivamente ocurrido en forma generalizada – aunque no uniforme – en los escenarios escolares contemporáneos, y esto nos permite explicar cómo y por qué, en principio, muchas escuelas puedan aparecer a simple vista como muy conflictivas, es decir, como escenarios
donde todo intento por establecer autoridad implica un conflicto abierto que es la marca del fracaso en lograr el consentimiento y la legitimidad que la misma implica de suyo.

Noel G. (et al.) (2009)  La violencia en las Escuelas desde una perspectiva Cualitativa. Observatorio Argentino de violencia en las Escuelas. Ministerio de Educación de la Nación. Cap. III “Violencia en las escuelas y factores institucionales. La cuestión de la autoridad” por Gabriel Noel. Pp. 37a 49


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