ETICA DOCENTE

lunes, 4 de mayo de 2015

¿POR QUÉ OBEDECER A UNA AUTORIDAD?




¿Cómo definir la autoridad?

Existen varias definiciones de “autoridad” en el campo de las ciencias sociales, y la más conocida y utilizada de entre ellas es la de Max WEBER, para quien la autoridad es, básicamente, poder más consentimiento. Cuando ese consentimiento no existe y es reemplazado por el uso de la fuerza, por una amenaza o por una estrategia cualquiera que busque forzar el sometimiento – no hay autoridad, hay coacción, que es su contrario.



Las causas del consentimiento. ¿Por qué la gente puede obedecer a una “autoridad”? 


1.  Porque “asi son las cosas” o porque “siempre se ha hecho asi”, o porque el otro es un “superior natural” cuya preeminencia aparece como obvia e indiscutida.WEBER la llama autoridad tradicional, justamente porque descansa  en la fuerza de la tradición, de la costumbre. Esta clase de autoridad corresponde,por ejemplo, a la autoridad que los reyes tenian antano sobre sus súbditos, o la autoridad que los padres, se supone, detentan sobre sus hijos, o que los adultos ejercen sobre los niños.




2.  Una persona obedece porque forma parte de una institución que, por diseño, define relaciones de poder preestablecidas entre quienes ocupan determinados roles en su seno. Así, por ejemplo, si yo formo parte del ejercito acepto que quienes tengan un rango superior tengan derecho a darme órdenes, si trabajo en relación de dependencia acepto el derecho de mi jefe a ordenarme hacer tal o cual cosa y así sucesivamente. Mientras quiera seguir formando parte de la institución, deberé aceptar la distribución de poder que la misma define como propia. A este tipo de autoridad WEBER la llama racional burocrática.




3.   La tercera clase de autoridad, se trata de aquella que se le otorga a alguien porque aparece, a los ojos de quienes lo siguen, como excepcional en algún sentido y por tanto digno, en si mismo, de ser seguido u obedecido. En otras palabras, este es el caso de la autoridad que se presta a alguien por ser más bueno, más santo, más inteligente, más famoso, o en algún sentido “eminente”, es decir, en virtud de un atributo personal que aparece como digno de ser seguido, y que WEBER llama carisma (de ahí el nombre de esta clase de autoridad         autoridad carismática). Los ejemplos clásicos que cita WEBER de autoridad carismática son los fundadores de religiones o de movimientos polí ticos de masas: esta claro que su autoridad no es tradicional (surge, por así decirlo, “de la nada”) y tampoco es racional- burocrática.
 



 ¿Por qué la autoridad hoy no tiene la fuerza que solía tener?

En lo que hace a la autoridad tradicional, la erosión viene de la mano de lo que podríamos llamar “la lógica de la modernidad”. En efecto: desde fines de la Edad Media, y con más o menos matices, encontramos que en Occidente la autoridad tradicional es en general vista cada vez mas como sospechosa, en el marco de un proceso de emancipación y de racionalización creciente que encuentra uno de sus picos más manifiestos en la Revolución Francesa, y que se plantea como objetivo explicito erosionar estas formas de autoridad a las que se considera como irracionales, opresivas  y lesivas a nuestra dignidad de seres racionales.

En lo que hace a la autoridad racional-burocrática, las razones de su erosión son muy similares. La modernidad ha estado en términos generales acompañada de un proceso de creciente individuación en el que las personas se conciben a si mismas cada vez como más y más “autónomas” (siempre en términos relativos) de las diversas instituciones entre las que dividen sus pertenencias. Esto no quiere decir que la gente no se involucre con las instituciones, sino que este compromiso, allí donde existe, es casi siempre critico, condicional y variable. Quizás un ejemplo nos permita ponerlo de modo más claro: si hace medio siglo una persona me decía que era Católica o Socialista – sólo para poner dos ejemplos particularmente notorios – era relativamente fácil deducir en que creía esa persona o cual era su opinión en una gran variedad de temas, en la medida en que creencias, opiniones y disposiciones corrían fuertemente en paralelo con los alineamientos emanados de las instituciones que mediaban su pertenencia (Iglesia o Partido).
Hoy por hoy, aunque siga habiendo muchísimas personas que se digan católicas o socialistas, esta ecuación ya no es posible, en la medida en que sus creencias, formas de vida, elecciones, posicionamientos políticos, etc. varían enormemente.

Ahora bien: decir que las personas están cada vez menos sujetas a los dictados de las instituciones a las que pertenecen, es lo mismo que decir que la autoridad racional-burocrática que las instituciones establecen para sus miembros no tiene el peso que solía tener, en la medida en que el consentimiento que la misma supone no puede darse automáticamente por sentado.
¿Cual ha sido, por su parte, la suerte de la autoridad carismática?
Es la única forma de autoridad que subsiste (o incluso que prospera y se expande)  y es la más frágil de todas ellas dado que depende de el reconocimiento de una serie de atributos que no todos tienen – ni pueden aspirar a tener – y que la misma puede perderse con facilidad si la persona que la ejerce es encontrada “en falta” por quienes se la atribuyen o reconocen. A esto hay que agregar lo ya señalado respecto de la imposibilidad de delegar o transmitir la autoridad carismática en cuanto tal.


Marteial sintetizado del texto

Noel G. (et al.) (2009)  La violencia en las Escuelas desde una perspectiva Cualitativa. Observatorio Argentino de violencia en las Escuelas. Ministerio de Educación de la Nación. Cap. III “Violencia en las escuelas y factores institucionales. La cuestión de la autoridad” por Gabriel Noel. Pp. 37a 49
Recuperado de







No hay comentarios:

Publicar un comentario