¿Cómo
definir la autoridad?
Existen varias
definiciones de “autoridad” en el campo de las ciencias sociales, y la más
conocida y utilizada de entre ellas es la de Max WEBER, para quien la autoridad
es, básicamente, poder más consentimiento. Cuando
ese consentimiento no existe y es reemplazado por el uso de la fuerza, por una
amenaza o por una estrategia cualquiera que busque forzar el sometimiento – no
hay autoridad, hay coacción, que es su contrario.
Las causas del
consentimiento. ¿Por qué la gente puede obedecer a una “autoridad”?
1. Porque “asi son las
cosas” o porque “siempre se ha hecho asi”, o porque el otro es un “superior
natural” cuya preeminencia aparece como obvia e indiscutida.WEBER la llama autoridad
tradicional, justamente porque descansa en la fuerza de la tradición, de la costumbre.
Esta clase de autoridad corresponde,por ejemplo, a la autoridad que los reyes
tenian antano sobre sus súbditos, o la
autoridad que los padres, se supone, detentan
sobre sus hijos, o que los adultos ejercen sobre
los niños.
2. Una
persona obedece porque forma parte de una institución que, por diseño, define
relaciones de poder preestablecidas entre quienes ocupan determinados roles en
su seno. Así, por ejemplo, si yo formo parte del ejercito acepto que quienes tengan
un rango superior tengan derecho a darme órdenes, si trabajo en relación de
dependencia acepto el derecho de mi jefe a ordenarme hacer tal o cual cosa y
así sucesivamente. Mientras quiera seguir formando parte de la institución,
deberé aceptar la distribución de poder que la misma define como propia. A este
tipo de autoridad WEBER la llama racional burocrática.
3. La
tercera clase de autoridad, se
trata de aquella que se le otorga a alguien porque aparece, a los ojos de
quienes lo siguen, como excepcional en algún sentido y por tanto digno, en si
mismo, de ser seguido u obedecido. En otras palabras, este
es el caso de la autoridad que se presta a alguien por ser más bueno, más
santo, más inteligente, más famoso, o en algún sentido “eminente”, es
decir, en virtud de un atributo personal que aparece como digno de ser
seguido, y que WEBER llama carisma (de ahí
el nombre de esta clase de autoridad
autoridad carismática). Los
ejemplos clásicos que cita WEBER de autoridad carismática son los fundadores de
religiones o de movimientos polí ticos de masas: esta claro que su autoridad no
es tradicional (surge, por así decirlo, “de la nada”) y tampoco es racional- burocrática.
¿Por qué la autoridad hoy no tiene la fuerza que solía tener?
En lo que hace a la autoridad tradicional, la
erosión viene de la mano de lo que podríamos llamar “la lógica
de la modernidad”. En efecto: desde fines de la Edad Media, y con más o
menos matices, encontramos que en Occidente la autoridad tradicional es en general vista cada vez mas
como sospechosa, en el marco de un proceso de emancipación y de racionalización
creciente que encuentra uno de sus picos más manifiestos en la Revolución Francesa,
y que se plantea como objetivo explicito erosionar estas formas de autoridad a
las que se considera como irracionales, opresivas y lesivas a nuestra dignidad de seres racionales.
En lo que hace a la autoridad racional-burocrática, las
razones de su erosión son muy similares. La modernidad ha estado en términos
generales acompañada de un proceso de creciente individuación
en
el que las personas se conciben a si mismas cada vez como más y más
“autónomas” (siempre en términos relativos) de las diversas instituciones entre
las que dividen sus pertenencias. Esto no quiere decir que la gente no se
involucre con las instituciones, sino que este compromiso, allí donde existe,
es casi siempre critico, condicional y variable. Quizás un ejemplo nos permita
ponerlo de modo más claro: si hace medio siglo una persona me decía que era Católica
o Socialista – sólo para poner dos ejemplos particularmente notorios – era
relativamente fácil deducir en que creía esa persona o cual era su opinión en
una gran variedad de temas, en la medida en que creencias, opiniones y
disposiciones corrían fuertemente en paralelo con los alineamientos emanados de
las instituciones que mediaban su pertenencia (Iglesia o Partido).
Hoy por hoy, aunque siga habiendo muchísimas personas que
se digan católicas o socialistas, esta ecuación ya no es posible, en la medida
en que sus creencias, formas de vida, elecciones, posicionamientos políticos,
etc. varían enormemente.
Ahora bien: decir que las personas están cada vez menos
sujetas a los dictados de las instituciones a las que pertenecen, es lo mismo
que decir que la autoridad racional-burocrática que las instituciones establecen
para sus miembros no tiene el peso que solía tener, en la medida en que el consentimiento
que la misma supone no puede darse automáticamente por sentado.
¿Cual ha sido, por su parte, la suerte de la autoridad carismática?
Es la única forma de autoridad que subsiste (o incluso que
prospera y se expande) y es la más frágil
de todas ellas dado que depende de el reconocimiento de una serie de atributos
que no todos tienen – ni pueden aspirar a tener – y que la misma puede perderse
con facilidad si la persona que la ejerce es encontrada “en falta” por quienes
se la atribuyen o reconocen. A esto hay que agregar lo ya señalado respecto de
la imposibilidad de delegar o transmitir la autoridad carismática en cuanto tal.
Marteial sintetizado del texto
Noel G. (et al.) (2009) La
violencia en las Escuelas desde una perspectiva Cualitativa. Observatorio
Argentino de violencia en las Escuelas. Ministerio de Educación de la Nación. Cap. III
“Violencia en las escuelas y factores institucionales. La cuestión de la autoridad”
por Gabriel Noel. Pp. 37a 49
Recuperado de
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